27 de abril de 2010

Day 9: La Barbican

Weather: soleado, pero amenaza tormenta indoors.
Lugar de nacimiento: no estoy seguro.



The massive concrete maze

Heredero del modernismo más horrendo, aquél con el que Le Corbusier y sus seguidores se ensañaron, la Barbican sorprende en el centro de Londres, al lado de la City. Frente a los edificios de ladrillo centenario, que muestran la infinita variedad de tonalidades de la tierra, la Barbican es puro hormigón, acabados en bruto, masas interminables, geometrías abruptas, casas comunales que se asoman al pasillo cuan corralas de pesadilla. Tres torres infinitas presiden el complejo, laberíntico y oscuro, lleno de escalinatas, lofts abovedados de doble altura y jardines geométricos bien cuidados. En el interior se puede cenar, oír música, ir al cine o ver exposiciones. La sala de proyecciones es heredera directa de la Villa de la Soledad de Superman, con su kriptonita en las paredes y sus luces azules. En la sala de conciertos, inmensa, fantástica, las formas son las mismas pero el material, por supuesto, es madera. El centro cultural es tan laberíntico como el resto de la urbanización, aunque al peregrino desanimado se le ofrece agua gratis y comida en condiciones a buen precio. En las afueras viven los patos en el famoso estanque de los chorros de agua desalineados. Algo por fin cálido fuera de las poderosas formas de cemento, en este cautivador, asombroso espejismo de barrio modernista en el corazón de la ciudad que conduce por la derecha.







12 de abril de 2010

Day Eight: The Victoria & Albert Museum

Tiempo: nublado (vaya por Dios)
Tatuajes: ninguno por el momento, pero ya se verá.


Arte amalgamado

Del mismo modo que hacen falta semanas para visitar este Museo, me harían falta una docena de post para acercarme a lo que supone recorrer los pasillos de la que se dice es la mayor colección de arte del mundo. Yo solamente he visto algo parecido, el Metropolitan de Nueva York, y en otro estilo los Museos del Vaticano, pero desde luego el V&A vale un billete a Londres. Las nuevas salas son increíbles a nivel arquitectónico y de contenidos, una mezcla de piezas valiosísimas (Leornardo, Donatello, qué sé yo) y contenidos multimedia e interactivos (ahí se ve quién tiene dinero y quién no, vaya...) Por si fuera poco, el museo, como todos en Londres, es gratis... es decir, que puede uno pasarse un rato el miércoles, o meterse a ver las salas de Japón media hora y listo. En fin, es que no se puede decir mucho más sin entrar en una descripción que va a ser incompleta seguro: igual que con el British Museum, hay que verlo y, si es posible, poco a poco. Otro imprescindible de la ciudad , y van...



Una copia en yeso de la columna de Trajano de Roma. Vaya.

9 de abril de 2010

Day Seven: Cine en Londres

Weather: AC working
Eyes colour: hope green-ish

Queridos amigos, sé que no podéis dormir desde hace años con esta duda que os acongoja y os solivianta. Qué bueno que finalmente voy a desvelaros esos interrogantes. ¿Qué películas ponen en esas tierras? ¿De qué color son las butacas? ¿A cuanto va el kilo de palomitas? Cuántas cuestiones interesantes, cuántos dilemas puntiagudos, hambrientos por ver la luz algún día. Ése día ha llegado. Abrid bien los ojos.



Opción 1
No hay mucho que contar. Las únicas diferencias son los precios y los horarios. El cine es más caro, aunque tampoco demasiado más, y depende de la sesión y, claro está, de si es en 3D. Ir en horario normal son 9,50 libras, 10,50 euros. En las sesiones anteriores a las 4 de la tarde, son 7,50 libras. Las sesiones en 3D valen unas 12 libras. El tema de los horarios sorprende bastante más; el cine empieza a las 12, incluso en días de diario, y la última sesión suele ser a las ocho y media o nueve de la tarde, incluso en fin de semana. Los amantes de la sesión golfa, como yo, pueden irse despidiendo. Tampoco me imagino yendo a ver una película a las 12 de la mañana, la verdad. De hecho, ni siquiera creo que ellos vayan. El cine está tan de capa caída como en España: salas vacías, sesiones con seis personas, salas cada vez más pequeñas, y sobre todo multicines en los centros comerciales, mientras que las salas clásicas y enormes del centro de las ciudades hace tiempo que cerraron sus puertas. Una cosa más: ponen unos veinte o veinticinco minutos de publicidad antes de la película, o sea que allí no llega o´clock nadie. Eso sí, una diferencia fundamental: las películas están en inglés. Good for you si hablas un buen inglés, y no te importa el acento escocés o bostoniano. Si, como yo, aún tienes lagunas, te recomiendo la tele por cable: puedes poner subtítulos. Y si no, siempre nos quedarán los DVD de Kubrick.


Opción 2
Cuando cruza uno la puerta de los cines de esta ciudad salvaje, inhóspita, no sabe uno lo que se va a encontrar. Se recomienda siempre no llegar antes de que empiece la película, y no aguardar en la sala a que los títulos de crédito terminen. Los personajes, actores y seres de fantasía que pueblan las películas son reales en Londres: como si de una obra de teatro se tratara, y entre sesión y sesión, ensayan sus papeles en la sala de butacas, o simplemente toman un aperitivo, echan una cabezadita, charlan con los espectadores, o se los comen. Si la película es de dragones, transcurre en la selva africana, o va de tiburones o pirañas gigantes, hay que tener cuidado: puede uno encontrarse, nada más entornar la puerta de la sala, con un dinosaurio gigante que no sólo está hambriento, sino cabreado por tener que trabajar en cuatro sesiones diarias. También puede uno encontrarse con Angelina Jolie tomando una ducha o con Jessica Alba ensayando una escena de desnudo, aunque son los casos más improbables, porque las actrices son muy celosas de su intimidad, y suelen resguardarse bajo una butaca o en la misma sala de proyección. Más frecuentes son los atropellos por persecuciones que continúan cuando la película se ha acabado, o las decapitaciones por esas espadas que vuelan sin control, ahora que las películas de gladiadores vuelven a estar de moda. Sí, amigos, el cine en Londres es un deporte de riesgo. Tengan cuidado si deciden ir a ver una película: no es el Collins lo que necesitan, sino protecciones, extremo cuidado y, quién lo diría en la supuesta ciudad de la puntualidad, llegar tarde.


Yo nací en Bond Street, ¿no lo sabíais?