28 de mayo de 2010

Day 12: The British Museum (II)

Edad: hoy soy más viejo que ayer pero menos que mañana.
National Insurance Number: lo tengo, pero dicen que no sirve para nada.


La Calavera de Cristal del British Museum

Durante décadas, el cráneo de cristal descansó en la sala 24 del museo, ajeno a las dudas sobre su pasado. Los aztecas habían tallado una calavera perfecta hacia el año 1000 D.C. , o incluso antes. Con qué medios, nadie lo sabía. Aquello formaba parte de la leyenda, de la misma inexplicable historia según la cuál ese pueblo aislado de Centroamérica había construído ciudades enormes de perfecta geometría y pirámides grandiosas, gigantescas, con piedras monumentales imposibles de transportar. Algunos decían que fueron los extraterrestres quienes les intruyeron (los mismos que enseñaron a los egipcios hace ya tres milenios). La calavera se sabía una pieza de excepción.

Después llegó esa estúpida película de aventuras. El museo la trasladó a un lugar especial, pero inició también una investigación acerca de su origen. Resultó que la calavera era falsa. Había sido adquirida en París a un anticuario en el siglo XIX, pero lo cierto es que no había sido tallada por los aztecas (quienes ciertamente no poseían esa tecnología) sino por quien fuera que fuese (un timador, sin duda) tan sólo cien años atrás. Se instaló un gigantesco panel en la pared, tras la mampara que guarda el cráneo de cristal, explicándolo todo.

Hay otras calaveras del estilo en otros rincones del mundo. Seguramente, todas sean falsas, pero, si el cráneo del British Museum tuviera un pensamiento, ése sería la esperanza de que alguna de ellas fuera verdaderamente obra de los aztecas, para poder así dar rienda suelta a la fantasía en este mundo que, con tanta tecnología y ciencia que lo explica todo, resulta cada vez más aburrido y predecible.



11 de mayo de 2010

Day 11: The British Museum (I)

Weather: su-per-cold
Mood: Unas veces mejor y otras peor, como todo el mundo


Los grabados aztecas del British Museum

En la planta baja, al fondo de las salas dedicadas a América, hay una pequeña habitación con algunas joyas de los pueblos pre-colombinos. Máscaras de malaquita, esculturas en alabastro y la iconografía general de esas civilizaciones (de forma mayoritaria la serpiente, su Alfa y Omega particular). En la sala contigua, donde está la escalera, justo antes de llegar a la gran biblioteca - cajón de sastre con todo lo que la humanidad ha dado de sí (que no es poco) - también encontramos un par de estatuas gigantes, y más grabados en piedra. Sí, tal vez sean sus grabados, sus jeroglíficos esculpidos en la roca, lo que más llame la atención. Qué curioso lo parecidos que son a los egipcios (y no sólo eran parecidos en eso: los dos pueblos construyeron pirámides enormes, sin que -que se sepa- nunca tuviera contacto alguno). Pero los grabados transmiten una inquietud atemporal, con sus escenas de sacrificios humanos, pero también con su diseño siempre moderno, o con esa mezcla surreal de dos dimensiones y profundidad, casi cubista, fascinante. Cuánto han soportado esos grabados. Tal vez sea por éso que su visita es costosa. Diríanse poseídos de una energía negativa, como si tanta sangre derramada sobre ellos, tanta crueldad en su nombre, hubiera hecho mella en las piedras eternas. Años y años de reyes sanguinarios primero, y después, los conquistadores españoles aún más crueles, y después, el olvido, hasta que otros descubridores les encontraran, olvidados en la selva, y les arrancaran de cuajo para llevarles más allá del océano, hasta la capital del Imperio Victoriano. Cuánto han soportado esos grabados, y aún hoy se preguntan que será lo siguiente, tímidos en la sala de la esquina, protegidos apenas por una alarma eléctrica, invisible como su pasado, insuficiente para contener los nuevos cambios que, tarde o temprano, llegarán. Porque las civilizaciones no son eternas, pero las piedras -he ahí su castigo-, las piedras son testigos mudos de lo que ocurre, las piedras sí lo son.


4 de mayo de 2010

Day 10: Regent´s Park

Tiempo: cabezabajo, 10 grados y bajando. Con el calorcito que hace en Madrid.
Profesión: bloggero, novelista, trotamundos, vinicultor, crítico de cine, cuidador de museo.


Flower attack
A los primeros rayos del Sol de primavera las flores se despiertan con prisas, apenas en horas. Ya saben que las heladas van a volver en unos días, o sólo las lluvias; pero que, en todo caso, su paso por el parque será efímero. No sólo las flores, también los animales (incluídos aquéllos con dos patas, que nos decimos personas) salen a disfrutar en manga corta de una mañana soleada. Al Norte queda el Zoo, al otro lado de las pistas de tennis y los campos de rugby y de cricket. A veinte minutos andando, hacia el Sur, está mi piso, o a ocho minutos si vas corriendo. Regent´s Park es un pulmón de Londres, en una ciudad que afortunadamente tiene muchos. Sus habitantes (garzas y cisnes, pero también ardillas) viven ajenos a los autobuses de dos pisos y al ajetreo de Oxford Street, a apenas cinco minutos. Quizá sea éste el milagro principal de Londres, esa facilidad para ser un millón de mundos, para sorprender a la vuelta de la esquina con un callejón, un parque, una iglesia de mil setecientos y pico o un área comercial. A la vuelta de Euston Road, una carretera densa y ruidosa, se encuentra uno con Regent´s Park, un sitio tranquilo, pero que, sin embargo, ofrece todo el crisol de actividades de la ciudad en miniatura: un ciclista, una estatua, alguien haciendo yoga, un restaurante, un árbol milenario, el clásico jarrón de piedra adornado de flores. En abril, además, los almendros florecen de repente sobre el suelo de verde y rosa. Sí, también en las combinaciones de colores (o sobre todo, en ellas) es ecléctica esta ciudad.