Peso: miente la báscula como bellaca.
Coleccionismo a tope
La biblia freak está en Shaftesbury Avenue (aunque hay un par más de locales en Londres, más alguno en Cambridge, Liverpool, ya sabéis, los pueblos bárbaros al Norte del Támesis). Forbidden Planet es una película de serie B de los años cincuenta: naves espaciales, robots, alienígenas, robots alienígenas, científicos locos y rubias en bañador grandote: nombre inmejorable tanto por la inspiración como por el augurio que vaticina. Y es que es mejor no entrar si te gustan los tebeos y sus alrededores.
El escaparate ya nos anuncia lo que nos vamos a encontrar dentro de la tienda: camisetas cyborg, figuras de resina de Darth Vader, art-books, tebeos en general y merchandising a raudales. La primera tentación son las cajitas de caramelos de menta con forma de pad de Nintendo de 8 bits, o de Pac-man y sus fantasmas azules. Superada (o no) la prueba de resistencia geek, tenemos a mano izquierda figuras de coleccionista (precio abusivo y chicas manga en bikini) y, tras la estanteria, todo tipo de figuritas de Star Wars y demás películas con apartado coleccionable (este año se lleva la saga Crepúsculo, de la que soy un completo ignorante, y Avatar, que por desgracia sí que he visto en cine). Después tenemos pósters, disfraces, DVD con series anime de importación (carísimo claro), mochilas de Hello Kitty, en fin, todo lo que el imaginario japonés y hollywoodiense ha regalado al mundo en orden de hacer unos dineros. Escaleras abajo, el acabose: una librería enorme de comic, manga, libro de ciencia ficción y cine. Para perderse juntos a otros frikis durante horas. Si visitáis Forbidden Planet, recordad mis consejos: no olvidéis que ahí afuera está el mundo y el aire fresco, y que, por muy barata que esté la figurilla de Voldemort no la necesitáis, repito, no la necesitáis en la estanteria del salón.
Por las noches la tienda debe de ser una fiesta: en plan Toy Story, pero a lo bruto.
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